EL
CONSTITUCIONALISMO
Las instituciones políticas surgidas de la
Revolución Francesa instauraron un modelo de estado liberal de derecho más puro
que el inglés aunque posteriormente, a lo largo del siglo XIX, las fuerzas de
la reacción conservadora consiguieron adueñarse del rumbo de la historia de
Francia y moderar los planteamientos iniciales.
Poco más de un mes después que el pueblo
parisiene tomara La Bastilla, los representantes electos del tercer estado,
convertidos en Asamblea Nacional, aprobaron la famosa Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano (26 de agosto de 1789), que representa la
materialización de los principios teóricos elaborados por los filósofos de la
Ilustración y por los fundadores del liberalismo.
articulado establece las instituciones de
gobierno y la coordinación entre los diversos órganos de poder. Monarquía
constitucional, división de poderes, parlamento unicameral (la Asamblea
Nacional) son algunas de las características del modelo francés de estado
liberal. La constitución de Robespierre (1758-1794) de 1794, de corta duración,
estableció un régimen republicano (Luis XVI había sido ejecutado) y el sufragio
universal por primera vez en la historia. Posteriormente Francia, en 1870,
adoptó definitivamente el sistema republicano.
De allí, no se concibe la existencia de un
estado sin el soporte de una constitución, surgiendo el llamado
constitucionalismo, donde surgen nuevas constituciones, todas ellas con una
estructura interna más o menos similar, aunque con contenido.
EL
NACIONALISMO
El cerco que las naciones absolutistas de
Europa impusieron sobre la Francia revolucionaria desencadenó una guerra.
Francia levantó un ejército popular revolucionario con ardor patriótico y
sentimiento nacional extraordinario.
A través de los ejércitos napoleónicos, se
extendió por toda Europa la semilla del liberalismo. La ocupación napoleónica
suscitó al mismo tiempo en esos países un sentimiento que dejó tras de sí un
fermento nacionalista. Los pueblos con alto grado de conciencia nacional
lucharon por su independencia, es decir por convertirse en naciones-estados,
por su soberanía nacional.
EL
FEDERALISMO
Poco antes de la Revolución Francesa tuvo
lugar la lucha de los colonos de Nueva Inglaterra contra el dominio colonial
inglés. La guerra de la independencia finalizó victoriosamente y los Estados Unidos
de América quedaron constituidos como nación independiente tras la Declaración
de Independencia del 4 de julio de 1776. En 1787 se adoptó una Constitución
Federal.
El federalismo es el sistema político
basado en la distribución territorial del poder opuesto al centralismo. Frente
al modelo Francés de estado unitario, surgió el modelo norteamericano de estado
federal. En los estados federales, el gobierno y las instituciones centrales de
poder coexisten con las instituciones políticas de los estados federados.
LAS
IDEAS SOCIALISTAS
En todos los tiempos ha habido pensadores
que han aspirado a una ciudad más igualitaria y más justa. En el siglo XIX, con
el auge de la industrialización y el capitalismo, surgió una nueva clase
social, el proletariado, obligada a vivir en condiciones miserables en los
suburbios de las más populosas ciudades, al tiempo que se desarrollaban los
primeros movimientos de protesta de la clase obrera y surgían las
organizaciones sindicales pioneras.
EL
MARXISMO: LA EXTINCIÓN DEL ESTADO A TRAVÉS DE SÍ MISMO
Karl Marx (1818-1883) y Federico Engels
(1820-1895) han sido dos de los pensadores socialistas más importantes de la
historia. Sus teorías, divulgadas por sus discípulos con el nombre de
socialismo científico, han sido posteriormente conocidas con el nombre
conocidas con el nombre de su fundador:
marxismo. Su obra: El Capital, es el primer análisis crítico en profundidad del
sistema capitalista y de la teoría económica liberal. Para Marx, el factor
central de la vida social, no son las ideas, sino los factores de producción,
cada etapa del proceso productivo, cada modo de producción con sus
organizaciones económicas y sociales surgidas en su interior. Esta lucha entre
lo nuevo y lo viejo dará origen a un nuevo modo de producción material con sus
correspondientes estructuras sociales, políticas e ideológicas. Aplicado a la
historia este método recibió el nombre de materialismo histórico.
En el seno de un modo de producción
(esclavista, feudal o capitalista), Marx distingue entre la base económica o
infraestructura y la superestructura. La primera está formada por la naturaleza
o materia, la fuerza de trabajo (energía humana empleada en el proceso de
transformación de la materia), los medios de trabajo (desde utensillos hasta carreteras,
fábricas, etc.), que incluye la ciencia y la técnica, y finalmente el producto
elaborado concebido como valor de uso (material o social). El valor final del
producto responderá al tiempo del trabajo acumulado para su producción. En el
curso del proceso productivo se establecen unas determinadas relaciones de
producción entre los propietarios de los medios de producción (es decir los
propietarios de la materia y de los medios de trabajo) y los trabajadores.
De las características de estas relaciones
surgirán las clases sociales principales o antagónicas de un modo de
producción: patricios-esclavos en el modo de producción esclavista romano;
señores-siervos de la gleba en el modo de producción feudal; burgueses y
proletarios en el modo de producción capitalista. En el capitalismo las
relaciones entre los propietarios de los medios de producción (la burguesía) y
la fuerza de trabajo (la clase obrera) vendrán definidas por el salario. Éste,
que es lo que cobra un trabajador, es sólo una parte del producto o valor de su
trabajo; el resto se lo apropia el capitalista, el cual, así, gracias a esta
diferencia, obtiene un beneficio. En palabras de Marx, el propietario extrae
una plusvalía al trabajador.
Sobre esta base económica y social se
levanta una colosal superestructura, formada por el estado, las leyes y la
ideología. A cada modo de producción material le corresponden unas formas
jurídicas, políticas e ideológicas determinadas. En último término, afirma
Marx, los cambios político-ideológicos responderán a necesidades, a mutaciones
de la base económica social del sistema productivo.
Aplicado a la historia, esto significará
que los cambios, la génesis y evolución de las sociedades, el paso de unos
sistemas sociales a otros tienen unas motivaciones básicamente económicas. La
ideología no es sino un reflejo de la necesidad de justificación de los cambios
materiales y sociales. En su obra Critica de la Economía Política, Marx afirma:
“el modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social,
política e intelectual en general. No es la conciencia de los hombres lo que
determina la realidad; por el contrario, la realidad social es la que determina
su conciencia”. Con ello afirmaba la preeminencia de las condiciones económicas
sobre los restantes aspectos de la actividad humana (religión, arte, política,
etc.).
Al igual que los anarquistas, Marx
consideró que el estado y sus aparatos (legislativo, educativo, ideológico) son
instituciones controladas por las clases dominantes (la burguesía aliada con
los restos de la nobleza terrateniente) para ejercer su dominio, su control
sobre las clases dominadas (proletariado, obreros agrícolas, pequeños
propietarios agrícolas, artesanos, etc.). La crítica de Marx al estado se
extiende al nivel de lo político, entendido éste como enajenación de la
soberanía popular por parte de los profesionales de la política al servicio de
las clases dominantes.
Las ideas de Marx sobre la futura sociedad
comunista y el proceso revolucionario hasta llegar a ella están expuestas en el
famoso panfleto El Manifiesto Comunista (1848) y en otras partes de su dilatada
obra. La clase obrera, enemiga de la burguesía y enfrentada con ella, es la
protagonista del proceso revolucionario, que inevitablemente tendrá un carácter
violento, dado que deberá enfrentarse con los aparatos represivos del estado,
Marx no excluyó la posibilidad de que en algún país concreto, en una fase
avanzada de la revolución mundial, pudiera desarrollarse un proceso menos
violento, aunque básicamente conflictivo. Este proceso revolucionario, para
triunfar, deberá tener un carácter universal, centrado básicamente en los
países industrializados de Europa.
Contrariamente a los anarquistas, Marx cree
que la clase obrera deberá dotarse de una organización que dirija el proceso
revolucionario y actúe de aglutinante entre los diversos sectores de las clases
explotadas. No cree en la posibilidad de una desaparición inmediata del estado
tras el triunfo de la revolución. El estado deberá ser transformado, tras su
conquista por la clase trabajadora, en una dictadura del proletariado,
provisional o transitoria, mediante la cual las antiguas clases dominadas
ejercerán su dominio sobre los restos de la burguesía y sus aliados hasta su
total extinción como clase, evitando los peligros de la contrarrevolución.
Esta etapa transitoria se caracterizaría
por un elevado grado de democracia popular y por la transformación de la
propiedad privada en propiedad colectiva. Poco a poco el estado se disolverá, es decir perderá
sus connotaciones represivas, dando paso a la sociedad comunista, en la que
cada persona se ato gobernará, dando a la sociedad aquello que es capaz de dar
y obteniendo de ella lo que necesite para su existencia: De cada quien según su
trabajo, y a cada cual según sus necesidades.
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